El secreto de la noche(c.1) by Mary Higgins Clark

El secreto de la noche(c.1) by Mary Higgins Clark

Author:Mary Higgins Clark
Language: es
Format: mobi
Tags: det_crime
ISBN: 8447339262
Publisher: R.B.A. Editores
Published: 2003-12-31T23:00:00+00:00


Era evidente que habían ampliado y modernizado el Globe desde que yo era pequeña. Se había convertido en un complejo de siete salas. El vestíbulo albergaba un amplio mostrador circular donde se vendían golosinas, palomitas de maíz y refrescos.

Aunque los espectadores empezaban a llegar, el suelo ya estaba sembrado de palomitas que habían rebosado de los gigantescos cucuruchos.

Compré Peanut Chews (mis dulces favoritos) y entré en la sala 3, donde proyectaban la película que había elegido. No fue la sensación anunciada a bombo y platillo («¡Ahora! ¡Por fin! ¡La película que estabas esperando!»), sino un liviano entretenimiento sobre una mujer que se enfrenta al mundo, fracasa y después, por supuesto, conquista todo y encuentra el verdadero amor y la felicidad en el marido que había echado a patadas tres años antes.

Si tan faltos de ideas están, quizá pueda venderles la historia de mi vida, pensé, mientras mi mente vagaba. Mi vida salvo la cuestión amorosa, por supuesto.

Estaba sentada entre dos parejas, ciudadanos de edad avanzada a mi derecha, adolescentes a mi izquierda. Los adolescentes no paraban de pasarse el cucurucho de palomitas y la chica se dedicaba a comentar en voz alta la película.

—Era mi actriz favorita, pero ahora creo que no es tan buena como...

Era inútil intentar prestar atención a lo que ocurría en la pantalla. No era solo por culpa de los chicos, las palomitas y los comentarios incesantes, ni siquiera a causa de los suaves ronquidos del hombre sentado a mi derecha, que ya se había dormido del todo.

Me distraía el hecho de que, veintidós años antes, Rob Westerfield había afirmado estar en ese cine mientras asesinaban a Andrea, y nadie pudo verificar que se había quedado hasta el final de la película. Pese a toda la publicidad que derivó del caso, nadie había salido a declarar: «Estaba sentado a mi lado».

Oldham era un pueblo bastante pequeño en aquel tiempo y los Westerfield eran muy conocidos. No cabía duda de que Rob Westerfield, con su apostura y modales de chico rico, era famoso en toda la población. Sentada en el cine, le imaginé aparcando en la estación de servicio contigua.

Había declarado que habló con Paulie Stroebel, que le había avisado de que dejaba su coche. Paulie negó con rotundidad que Rob hubiera hablado con él.

Después, Rob hizo hincapié en que había hablado con la taquillera y el acomodador, y les dijo que tenía muchas ganas de ver la película. «Muy cordial», habían testificado ambos en el estrado, con voz teñida de sorpresa. Todo el mundo sabía que Rob Westerfield no era cordial, sobre todo con la clase trabajadora.

No le habría costado gran cosa dejar constancia de su presencia en la sala, para luego marcharse con discreción. Yo había alquilado la película El señor de la guerrilla de la selva, que él afirmaba haber visto aquella noche. Hay tantas escenas oscuras al principio, que alguien sentado en un asiento del extremo habría podido salir de la sala sin que nadie le viera. Miré a mi alrededor, observé las



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